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El problema no es Grecia ni España sino E.E.U.U. y Alemania

Estas últimas semanas estamos asistiendo a las exigencias del Consejo Europeo, de la Comisión y del Banco Central Europeo para que los llamados países periféricos –Grecia, Portugal, España, Irlanda,... – impongan políticas de austeridad, reduciendo déficits y deuda pública y rebajando salarios y congelando pensiones, a fin de hacer frente a la grave recesión que sufre la eurozona. Y ello porque se les acusa de despilfarros y de falsear datos y estadísticas, cosa que no siempre es cierta. Ni existe un despilfarro de gasto público en esos países (que tienen los gastos y empleos públicos más bajos de la UE-15), ni sus salarios son exagerados ( al contrario están muy por debajo del promedio de la UE-15)

La realidad es que el problema de la eurozona no está en la periferia sino en el centro, es decir en Alemania. Como afirma Vicenç Navarro, Catedrático de políticas públicas de la Universidad Pompeu Fabra y de la Johns Hopkins University, Alemania ha mantenido bajos sus salarios durante los últimos quince años propiciando así el crecimiento de sus exportaciones con la consiguiente acumulación de euros en la banca alemana, que a su vez los ha prestado alegremente a los países mediterráneos. Este enorme flujo de liquidez, invertido en las correspondientes emisiones de deuda y de obligaciones, ha ayudado a la banca española a establecer el complejo bancario-inmobiliario-industria de la construcción, altamente especulativo y generador de la burbuja inmobiliaria que ha sido el motor de la economía española en los últimos años.

Pero de repente todo cambió. El colapso de las burbujas inmobiliarias y la crisis de la banca estadounidense y británica, claramente conectadas con la banca alemana, pusieron en problemas a esta. Y la consecuencia ha sido, tras un periodo de inyección de recursos públicos para limitar los efectos recesivos de la crisis e intentar reactivar la economía, que estaba empezando a dar sus frutos tímidamente, la exigencia de ajustes a los endeudados países periféricos, para intentar garantizar que la banca alemana y en parte la francesa no tengan perdidas y mantengan sus beneficios. Como esto no basta, ahora se exigen ajustes incluso en los países centrales, Francia y Alemania, para garantizar el pago de las obligaciones de los mismos. En definitiva, todo de acuerdo con las directrices del FMI, del BCE y de los Bancos Centrales de cada país, que siguen manteniendo los criterios neoliberales del mercado.

 La solución alternativa sería incrementar la demanda (aún a costa de incrementar el gasto público), a través de la creación de bancas públicas que inyecten dinero en la actividad económica, y permitiendo una inflación moderada que estimule el crecimiento económico, que es el que permitiría pagar la deuda.

Juan Alarcón Montoya

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