La ya larguísima crisis va dejando en el paisaje industrial montones de cadáveres, y no sólo de inmobiliarias y sus bloques de pisos por terminar o por ocupar: La seda; Pescanova; Panrico; Roca, son solo algunos nombres de la otrora la flor y nata de un capitalismo español cada vez más internacionalizado y prepotente, que están ahora en situaciones de concurso o pre-concurso sin que quede ni siquiera claro que vayan a tener la necesaria respiración asistida.
A ellos ha venido a añadirse la emblemática FAGOR: ¿Quién no ha tenido alguna vez un frigo, una lavadora o un horno de esta marca?
FAGOR, antes ULGOR, dio origen al conglomerado financiero-industrial Mondragón (EROSKI, CAJA LABORAL, LAGUN ARO, ORBEA, por citar las más conocidas, y un largo etc. Quizás hasta la orquesta sea suya), primero del País Vasco, y uno de los más importantes de España, y singular en muchos aspectos: Su gestión cooperativa; Su preocupación, desde los orígenes, por la formación técnica; Su filosofía social de dar prioridad al trabajo sobre el capital y su organización democrática.
De alguna manera, el grupo Mondragón era la demostración por la práctica de que se podía jugar en el terreno del capitalismo (la eficacia empresarial) sin caer en la regulación autoritaria y manteniendo principios progresistas. No es casualidad que el grupo fuera fundado por el cura Arizmendieta. Después de todo, la llamada doctrina social de la Iglesia siempre consistió en creer que se puede mejorar la suerte de las clases trabajadoras sin cambiar el sistema. Algo que muchos socialdemócratas comparten, por cierto.
Ahora que FAGOR ha caído de bruces, que el holding Mondragón no se atreve a socorrerla porque no sabe si no resultará tocado y hundido a su vez y que EROSKI parece que empieza a estornudar, descubrimos de nuevo que nadie lucha largo tiempo contra el dragón sin tomar parte de su naturaleza y que EROSKI y FAGOR habían emitido (¡vaya!) más de 800 millones de euros en participaciones preferentes (sí, cómo las Cajas) de las cuales una parte importante están en manos de sus propios empleados - cooperativistas. Que perderán no sólo sus empleos sino también sus ahorros. Difícil papeleta para el gobierno vasco e incluso para el central, que no parece dispuesto a decir esta boca es mía.
Contrasta la rapidez con la que se acudió, con el dinero de todos, a salvar bancos y cajas, con la indiferencia con qué se está dejando pudrir nuestro tejido industrial: Riesgo sistémico decían. Pero a mi se me hace difícil imaginar que una sucesión de quiebras de grandes empresas no tenga también un impacto sistémico sobre todo en las instituciones financieras que acumulan deuda de esas empresas.
Salvo que, quizás, sea eso lo que se pretenda: La conversión de deuda en propiedad a precios de saldo. Parece que a lo que estamos asistiendo es a la apropiación pura y simple del sector industrial y de servicios por el financiero. Hace ya un tiempo que los llamados fondos buitres han empezado a picotear la carroña en ese proceso de destrucción creativa (así lo llaman) que nos permite presumir de que se haya duplicado la inversión extranjera en España sin que esos inversores hayan creado ni una sola empresa.
Creo que fue Buenaventura Durruti el que dijo aquello de: No nos importan las ruinas, nosotros heredaremos la tierra. Se estremecería si viera cómo los grandes banqueros han hecho suya su frase.