En época anterior a esta en los centros nocturnos en general y en especial en las academias, se destacó la creatividad de los intérpretes, como algo que caracterizó a la etapa primitiva, anterior a La Guardia Vieja.
Nos encontramos con que hacia los años 1910, ya en los tiempos de La Guardia Vieja, empezó a emplearse la música escrita; es decir, las partituras. Esto constituyó un factor que influyó notablemente en la difusión de ese género, pues de esa manera ese ritmo se expandía, iba de un lado a otro y se podía interpretar en muchos ambientes. Al mismo tiempo, se daba a conocer en otras partes de la ciudad y más allá del suburbio.
Cada vez más se iban abriendo distintos salones donde al principio llegaban trabajadores del puerto y sus alrededores, pero con el paso del tiempo, se reunía un público muy variado, donde se bebía caña de origen cubano y otras bebidas, donde actuaban payadores y orquestas tangueras.
En esos ambientes a veces se contaba con un pianista estable que integraba las distintas orquestas que animaban esos sitios; en ocasiones, el pianista era valorado por su ejecución y llegaba a hacerse famoso.
En cuanto a los salones, se nombran “El Talar”, “La Enramada” y otros, adornados con guirnaldas y farolitos. Otro muy famoso era el “Plus Ultra”. Pero saliendo de las zonas del bajo, también en distintos barrios había sitios semejantes: “Puerto Rico”, “Los Farolitos”, “La Estrella del Norte”, “Fusco”, “La Alegría”, “La Paloma”, “El Aeroplano”, “El Farol Rojo” o “Los Rosales”.
Para reflejar una opinión acerca de esta danza, la expresamos con uno de los versos del poeta uruguayo Fernán Silva Valdés:
Yo no nací para el canto
Porque nací pa ´bailar
Para tangos, los primeros,
Hasta el novecientos diez
Los que vinieron después
Son cantos con gusto a coca
Si la caña es pa´ la boca
El tango es para los pies.