Si llegamos a tener en la mano cualquier moneda romana, mas aun, si se trata de un Sestercio, la primera sensación que nos invade es de que se trata de algo especialmente valioso. Cuando paseando por la calle algún objeto pequeño con un cierto reflejo llama nuestra atención hasta el punto de que nos inclinamos a recogerlo y realizar sobre èl una primara observación, el segundo paso de este proceso es tomar la decisión de si tiramos el objeto o lo depositamos en alguna papelera, o bien lo guardamos en el bolsillo asumiendo que el objeto tiene algún tipo de valor o utilidad para nosotros.
Se habla de valor o utilidad por que de ordinario estos dos términos corresponden a conceptos diferentes. Algo útil puede ser una determinada pieza, un tornillo, una tuerca, algo en definitiva que nos pueda servir ulteriormente para efectuar alguna reparación en nuestro domicilio. En estos caso, la pieza en cuestión suele acabar en la cajas de herramientas que todos tenemos y a las que acudimos en caso de necesidad para tratar de resolver por nosotros mismos las mil y una chapuzas caseras que contribuyen a resolver los pequeños problemas prácticos de la vida diaria, ya sean eléctricos, mecánicos, o de cualquier otro tipo.
Es claro que en este caso, lo que hemos encontrado tiene junto con su potencial utilidad, algún tipo de valor para nosotros, pero sin embargo nunca se nos ocurriría tratar de obtener dinero por este objeto aparte de casos excepcionales, publicitar su venta en Internet o en los periódicos especializados en la compra venta de objeto de segunda mano. A sensu contrario estimamos que el objeto tiene un valor cuando con independencia de que vayamos a conservarlos u ofrecerlos en venta, con independencia de su utilidad en la vida practica, decidimos no dejarlo en el suelo y pasar de largo, sino que igualmente que en el caso anterior, guardamos el objeto en nuestro bolsillo. Es decir que el concepto de valor suele ir asociado con la idea de que otras personas que contemplaran este objeto formularían previsiblemente un juicio semejante al nuestro, y por tanto estarían interesadas en la posesión de este objeto y dependiendo de la características del objeto y de los particulares gustos de cada uno, estaríamos dispuestos a ofrecer una cuantidad grande o pequeña, de dinero por èl.
Es en este sentido en el que se afirma que cualquiera que tenga en su mano un Sestercio, tiende a pensar de inmediato que se trata de algo valioso. Las características de la pieza, que ya se han comentado en entradas anteriores, ayudan a ello. En efecto se trata de algo pesado, recordemos, de 20 a 30 gramos, en relación con su tamaño que no obstante resulta significativo, en tal forma que permite observar parte de la figura e inscripción del anverso y del reverso. En forma imperceptible tendemos a tratar de entender a que se refiere lo que estamos contemplando y acudimos perceptiblemente a intentar la lectura de las inscripciones que rodean la figura, normalmente coronada de laurel lo que, en principio, si somos ajenos a la numismática, es difícil que nos digan algo. Sin embargo estas inscripciones aunque gastadas por el uso de las monedas, sí es fácil que nos den una pista cierta sobre la pieza que estamos examinando. Así, las palabras, Cesar o Augusto que a todos evocan la Antigüedad Clásica es fácil que sean legibles, e incluso otras mas especificas como IMPERATOR o el nombre de algún emperador muy conocido como Nero (Nerón) o Claudius (Claudio) nos resultan perfectamente entendibles, merced a la similitud de nuestra lengua con la latina.
Por tanto, una vez que tenemos una sospecha cierta de que se trata de una moneda romana, inmediatamente pensamos que se trata de algo que tiene una antigüedad de unos dos mil años y que por tanto se trata de algo muy raro y valioso. Sobre su antigüedad nuestro juicio será certero aunque no tanto, la apreciación de rareza o valor. En efecto, los Sestercios, los Dupondios, los Ases y, en menor medida, los Semis y Cuadrans formaban parte de lo que a lo largo de los siglos se llamò calderilla, constituida por denominaciones de valor bajo que se utilizaban únicamente para las pequeñas transacciones y para ajustar las ultimas unidades del precio de los artículos.
Curiosamente, esta denominación de calderilla, inicialmente derivada de la composición predominante de cobre en su aleación, metal en el que también estaban hechos los calderos que se utilizaban para cocinar, ha pervivido asociada a la emisión de pequeños divisores de moneda de bronce desde el siglo XV al siglo XIX respecto a las unidades monetarias acuñadas en plata y oro. Aun, con la introducción del euro, decimos que no nos entreguen el cambio en calderilla, cuando el conjunto de monedas que nos dan al cambiar, por debajo del valor del 1 euro, de 50,20,10,5,2, y 1 céntimos, superan al de 1 euro.
El uso frecuente de este tipo de numerario conduce a que estas monedas normalmente presenten un desgaste muy notable, especialmente presente en aquellas que han tenido un periodo de circulación muy prolongado como ocurre con los Sestercios, ya que la pervivencia del régimen imperial y la relativa estabilidad de precios no hacía imprescindible su retirada de la circulación ya que cualquier emperador, aun en los casos de cambios sangrientos de dinastía, se sentía continuador de todos los anteriores, por lo que el numerario anterior continuaba circulando, lo que redundaba en su desgaste, especialmente evidente en las emisiones de los primeros emperadores.
Por tanto, todas las denominaciones que formaban parte de esta calderilla, no son en absoluto raras, en la misma medida en que no es rara la calderilla de la Casa de Austria, normalmente compuesta de 8 maravedies resellados para circular por un valor superior, y los maravedíes de la Casa de Borbòn acuñados desde Carlos III a Isabel II, ni los 10 o 5 céntimos de bronce del Gobierno Provisional de 1870 y de Alfonso XII y menos aun, los 10 y 5 céntimos de aluminio de la época de Franco acuñados de 1940 a 1953 con jinete ibérico en el anverso a imitación del reverso de los Ases ibéricos de la época de la conquista romana.
Esta ausencia de rareza que presenta en principio un Sestercio común, se debe a la abundancia de emisiones, aun dentro de un mismo emperador, y al elevadísimo número de ejemplares acuñados en la mayoría de las emisiones. Tenemos, por tanto, ya fijadas dos de las características a utilizar para determinar el valor de un Sestercio dado: la rareza y la conservación, es decir el relieve y legibilidad que presenta debido a la circulación que ha tenido desde el momento de su emisión. La tercera característica, en el caso específico de la monedas romanas en bronce ò latón, es como ya se ha indicado en la entrada anterior, es la patina o fina capa de oxido metálico que el tiempo transcurrido y la acción de los agentes atmosféricos ha ido depositando sobre su superficie.
La interacción de estas tres características nos va a determinar el valor de un Sestercio dado. Nuestra impresión de que un Sestercio es algo valioso, que normalmente sentiremos al contemplarlo por primera vez es, en sí correcta pero su valor puede llegar a ser en verdad, muy diferente, oscilando desde de los 3 euros de un Sestercio de Gordiano III con muy escasa legibilidad y carente por completo de pátina, hasta los 30.000 euros de un Sestercio de romano Vitelio, con el emperador dirigiendo la palabra a sus tropas en el reverso, un relieve en el que se distinguen todos sus detalles y una patina completa que no ha sido manipulada artificialmente.
Divergencias tan sensibles como de 1 a 10000, no suelen ser corrientes dentro de las monedas de una determinada denominación, pero si nos atenemos a una misma pieza de un determinado tipo, con el mismo anverso y reverso y acuñada en un año determinada, las diferencias pueden llegar oscilar de uno a mil euro en algunos casos y de 1 a 100 siempre que se trate de denominaciones que han tenido una circulación muy duradera como son en general los bronces y latones romanos, la plata acuñada por las monarquías europeas desde el siglo XVI al XIX, las monedas fraccionarias en metales viles desde 1880 a 1960 y la plata y bronce acuñada en los Estados Unidos y en la repúblicas americanas después de la emancipación de España completada en 1825, con ello la buena noticia para quien contempla por primera vez una moneda como un Sestercio, es que puede iniciar su colección con un coste muy bajo, ya que si los Sestercios corrientes en mala conservación pueden ser adquiridos por 3 euros, en el caso de los Dupondios, Ases, Semis y Cuadrans podemos estimar una relación de precio con respecto a los Sestercios de igual rareza, conservación y patina, de 1 a 6,por lo que el precio de adquisición de éstos pueden ser tan bajo, como 50 céntimos de euro.
Sin embargo claro está, que la mala noticia es que un Sestercio correctamente valorado 3 euros, nunca será igual de agradable a la vista como uno valorado en 30 euros, y a su vez la sensación que sentiremos al contemplar éste, será muy diferente de la que sentiremos al contemplar una pieza valorada en 300 euros. En general, entre estos tres valores: 3,30 y 300 euros será entre lo que se desenvuelvan la mayoría de las personas que se decidan a coleccionar Sestercios romanos. Evidentemente existen Sestercios de un valor muy superior, expresado en miles de euros, pero es absolutamente desaconsejable dedicarse a adquirir siquiera uno de este tipo de piezas, sin antes habernos familiarizado con piezas de un valor inferior, haber leído algunas obras elementales sobre numismática romana, haber contemplado cientos o mejor miles de fotografías de Sestercios, haber aprendido a distinguir lo realmente raro de lo que no lo es, llegar a distinguir los distintos escalones en la conservación de un Sestercio y especialmente valorar correctamente la condición de una pátina, distinguiendo la natural de la artificial, y para la natural, hasta que punto ha sido retocada.
En entregas sucesivas se iràn exponiendo los criterios que nos permitirán llegar a determinar con precisión suficiente cual puede ser el valor de un determinado Sestercio. Para ello será inevitable describir las características generales de la graduación de la conservación de las monedas, tal como han ido decantándose a lo largo del tiempo, especialmente desde 1990, a través de la obra de promotores de subastas, autores de catálogos y escritores de obras de referencia en los diferentes países. Estas nociones permitirán explicar, sobre fotografías de anverso y reverso de monedas especialmente representativas, cedidas amablemente para su reproducción por sus actuales poseedores, cual es su grado de rareza, de conservación y de pátina.
Al ser el procedimiento de valoración relativa entre una y otras piezas , de carácter empírico, solo conociendo por què a una pieza especifica se le asigna un grado determinado es posible llegar a una valoración completa de cada ejemplar con el que podamos encontrarnos a la hora de buscar monedas, para lo cual suele resultar lo mas aconsejable el acudir a los lugares de reunión de coleccionistas y comerciantes, que suelen tener lugar los domingos por la mañana en la mayor parte de Plazas Mayores de la principales ciudades españolas.
En espera de proporcionar mayores detalles respecto a la valoración de los Sestercios, se reproducen en esta entrega, 5 Sestercios del emperador Claudio del siglo I D.C. con un valor estimado actual de mercado de 150 euros los dos primeras,300 euros los dos siguientes y 750 euros el último lo que considerando que las características de rareza y pátina no son muy distintas entre ellas, ya nos permiten irnos haciendo una idea de la influencia de la conservación en el valor de las monedas cuya circulación en su época ha sido intensa.
THE VALUE OF A SESTERCE
If we have in hand any Roman coin, especially if it is a sesterce, the first sensation that overcomes us is that it is especially valuable. When we are walking down the street and a small object with some reflection draws our attention to the point that we tend to pick it up and make a first observation, the second step of this process is deciding whether throw the object away or deposit it in any paper, or we keep it in your pocket assuming that the object has some value or usefulness for us.
We talk about value or usefulness because these two terms usually correspond to different concepts. Something useful can be a particular piece, a screw, a nut, something that then we can be used for any repairs at our home. In this case, the piece in question usually ends up in the toolbox that we all have and where we go if necessary to arrange by ourselves a thousand and one botched home jobs that contribute to solving the small practical problems of daily life, whether electrical, mechanical, or of other nature.
It is clear that in this case, what we have found has along with its potential utility, some sort of value to us, but we will never think about trying to get money with it apart from exceptional cases, advertise its sale on the Internet neither publishing it in the buying and selling second-hand object section of specialized journals. On the contrary, we estimate that the object has a value regardless of where we're going to keep it or offer it for sale, regardless of its usefulness in practical life, but when we decided not to leave it on the floor and to pass through it, and as in the previous situation, we keep the object in our pocket. This means that the concept of value is generally associated with the idea that other people who would contemplate this object are expected to formulate a similar trial to ours, and therefore they would also be interested in the possession of this object, and depending on the characteristics of the object and liking of each individual would be willing to offer a large or small quantity of money for it.
It is in this sense that we state that anyone, who has a sesterce in his hand, tend to think immediately that this is something valuable. The characteristics of this piece, which have been mentioned in previous posts, help to think like this. Indeed it is something heavy, remember, from 20 to 30 grams, in relation to its size also significant, in such a way that allows us to observe a part of the figure and inscription on the front and on the back. In a imperceptibly way, we tend to try to figure out what we are looking to is referred to and perceptibly we try to read the inscriptions around the figure, usually crowned with laurel which, in principle, if we do not know anything about numanistic, it is difficult to mean something to us. However, these inscriptions even worn by the use of the coins, it is easy to give us a clue about the piece we are examining. Thus the words, Caesar or Augustus that to all of us evoke the classical antiquity are easily legible, and even other more specific words as IMPERATOR or the name of a well-known emperor as Nero or Claudius, are perfectly understandable for us thanks to the similarity of our language with the Latin.
Therefore, once we have some suspicion that it is a Roman coin, instantaneously we think that it is something that last from about two thousand years ago and therefore it is very rare and valuable. Our view on its antiquity will be accurate but not as much as the valuation of its rarity or value. Indeed, sesterces, dupondius, as and to a lesser extent, semis and quadrans were part of what over the centuries was called small change, consisting of low value denominations only used for small transactions and to adjust the last units of the goods prices.
Interestingly, the name of small change initially came from the dominant composition of copper in the alloy, metal with which the buckets were also made to be used for cooking and it has remained associated to the issue of small dividers of bronze coin from the fifteenth century to the nineteenth century, regarding currencies minted in silver and gold. Even with the introduction of the euro, we ask for having the change different from being in small change, when the set of coins that they give us in change, below the value of 1 euro, 50, 20, 10, 5, 2, and 1 cents coins, exceeding the value of 1 euro.
The frequent use of this type of coins makes that these coins usually present a very significant wear, especially it is present in those which have had a very long period of circulation as with the sesterces, because of the remaining imperial regime and the relative price stability did not produced their withdrawal from circulation as any emperor, even in cases of bloody changes of dynasty, felt as the follower of all the emperors above, so the previous coin continued to circulate, resulting in their wear, particularly evident in the issues of the first emperors.
Therefore, all names that were part of this small change are not at all rare, to the same extent that it is not rare the small change from the Habsburg Spain, usually composed of 8 maravedies resealed for being in circulation with a superior value, and the maravedíes of House of Bourbon coined from Charles III of Spain to Isabella II of Spain, or the 10 or 5 cents a bronze of the Provisional Government from 1870 to Alfonso XII of Spain and much less the 10 and 5 cent aluminum coined in the time of the Franco form 1940 to 1953 with Iberian horseman on the front to imitate the back of the Iberian As of the time of the Roman conquest.
This lack of rarity which in principle has a common sesterces, is due to the abundance of issues, even within the same emperor, and to the high number of copies coined in most issues. Therefore, we already have fixed two of the characteristics used to determine the value of sesterces given: the rarity and conservation, i.e. the relief and the clarity that arises because of the circulation it has had since the time of issuance. The third feature, in the specific case of Roman coins in bronze or brass, as stated in the previous post, is the patina, or thin layer of metallic oxide that time passed and the action of the weather has been deposited on its surface.
The interaction of these three characteristics will determine the value of a given sesterce. Our impression that a sesterce is valuable, usually felt when contemplating for the first time is in itself correct, but its value can be indeed very different, ranging from the 3 euros of a Gordian III sesterce very illegible and completely devoid of patina, to 30,000 euros from a Roman sesterce of Vitellius, with the emperor leading a speech to his troops in the back, a relief in which it ca be distinguished all the details and a full patina that has not been artificially manipulated.
Divergences as sensitive as from 1 to 10000 are not usual among the currencies with a certain name, but if you stick to one piece of a certain type, with the same front and back and coined in the same given year, their differences can reach a range from one to a thousand euro in some cases and from 1 to 100 provided that they are denominations that have had a long-lasting circulation and they are generally Roman bronzes and brasses, the silvers coined by European monarchies since the sixteenth to the nineteenth century, the coins broke up in vain metals from 1880 to 1960 and the silver and bronze minted in the United States and in the American republics after the independence from Spain completed in 1825, regarding this the good news for those who look for the first time currency as a sesterces, are that you can start your collection with a very low cost, because if the current sesterces in poor maintenance can be purchased for 3 euros, in the case of dupondios, as, semis and quadrans we estimate a price relation with respect to equal sesterces rarity, conservation and patina, form 1 to 6, so that the purchase price of these can be as low as 50 cents of euro.
However it is clear that the bad news is that a properly sesterces worth 3 euros, never will be just as pleasing for the eye as one valued at 30 euros, and in turn the feeling you feel when contemplating this will be very different from the feeling when contemplating a piece valued at 300 euros. In general, between these three values: 3. 30 and 300 euros will be the quantities most of the people who decide to collect Roman sesterces will work with. Obviously there are sesterces with a much higher value, expressed in thousands of euros, but it is absolutely unwise to engage in acquiring even one of these pieces, without, before that, becoming familiar with pieces of a lower value, having read some elementary works on Roman coins, having contemplated hundreds or even better thousands of photographs of sesterces, having learned to distinguish what is really rare than what is not, being able to distinguish the different steps in the conservation of a particular sesterces and namely valuating properly the conditions of a patina, distinguishing natural from the artificial and in the case of being natural, till what point it has been retouched.
In successive posts we will expose the criteria that will allow us to determine with enough precision what may be the value of a given sesterces. With this objective in mind, it will be inevitably to describe the general characteristics for graduation of the conservation of coins, as they have been decanted over the time, especially since 1990, through the work of promoters of auction authors of catalogs and writers of reference works in different countries. These notions le us explain, based on photographs of the front and back of the especially representative coins, kindly donated by its current owners for their reproduction, which is its degree of rarity, conservation and patina.
As the relative valuation procedure from one to other pieces, an empirical process, just knowing why for a specific piece is assigned a particular grade, it is possible to reach to a full valuation of each issue which we can face when looking for coins, for which it is often more advisable to go to the meeting places of collectors and traders, which usually take place on Sunday morning in the main squares in most of the main Spanish cities.
In hopes of providing more detail regarding the valuation of sesterces, we display in this post, 5 sesterces of Emperor Claudius of first century A.C. with an estimated current market value of 150 euros the first two, 300 euros the following two and 750 euros the last one, whereas their characteristics of rarity and patina are not very different among them, this difference gives as an idea of the influence of preservation in the value of coins whose circulation in that period was intense.