Sábado 30 de Abril de 2011 21:04

Pasar mas hambre que un maestro de escuela

por Manuel Martínez Bargueño
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 Dice Karl Vosser que los proverbios son  fórmulas o sentencias suspendidas y ondulantes entre el concepto y la intuición, la verdad y la ficción, que contienen la sabiduría y filosofía práctica de muchas generaciones expresadas en forma popular, y, a veces, semipoética.

La frase proverbial “Pasar más hambre que un maestro de escuela”, que todavía se usa como muletilla en la conversación, alude a la desdichada situación económica por las que pasaron los maestros de enseñanza primaria durante el siglo XIX debido lo escaso de su retribución y a lo incierto de su percepción o devengo.

Históricamente, desde Fernando VII a Alfonso XIII, los maestros de enseñanza primaria formaban una profesión marcada por la penuria económica y cultural. Cualquier estudio sobre el magisterio español en el siglo XIX y parte del XX –y los hay excelentes como los de Ruiz Berrio, Beatriz Baltanaz o Ruiz Rodrigo- destapa la escasa consideración social que se tenía a los docentes, lo que corrobora la literatura costumbrista coetánea. Alejandro Fernández Pombo, en su tesis doctoral “El profesor en la sociedad española del siglo XIX a través de la literatura”, ha entresacado numerosos ejemplos literarios de las obras de Galdós, Valera, Ganivet o Blasco Ibáñez. También Amando de Miguel en su libro “La España de nuestros abuelos” cita, en relación con “la figura entrañable de los maestros”, los testimonios, entre otros, de Palacio Valdés y Martinez Baselga.

Como exponente de estas citas, baste el feroz juicio que hace Emilia Pardo Bazán en “La vida contemporánea”, al referirse a la vida española de su tiempo:

Educación? Para eso están los maestros de escuela con sus ayunos al traspaso y sus hambres calagurritanas”.

La musa popular también hizo de este tópico, blanco de burlas y chanzas, como evidencia este cantar popular que entonaba la Murga gaditana:

 

El ministro de Fomento...

¡huy que portento!...

dice que les va a pagar...

¿Será verdad?...

a los maestros de escuela...

¡Viva su abuela!...

toda la paga atrasá...

 

De hecho, la mezquindad de los sueldos fue la causa de que los hombres prefirieran profesiones mejor remuneradas y se ofreciera a las mujeres el ejercicio profesional como maestras, haciendo traslado a las mismas de su proverbial pobreza.

Tuvo que ser el Conde de Romanones quién adoptara las medidas oportunas para el pago de los maestros corriese a cargo del Estado. En efecto, por Real Decreto de 26 de octubre y Ley Económica de 31 de diciembre de 1901, pasaron a depender del presupuesto del Estado las atenciones de Primera Enseñanza, exceptuadas las de las Provincias Vascongadas y Navarra, dejando estas “sagradas obligaciones” de depender de los municipios que frecuentemente las olvidaban, dejando a deber a los maestros años enteros de sus mezquinos sueldos y obligándoles, por tanto, a mendigar o literalmente, a morirse de hambre.

La II República hizo lo que pudo para dignificar la figura del maestro. De hecho, como recuerda la escritora, recientemente fallecida, Josefina Aldecoa en su “Historia de una maestra”, un gran número de maestros hicieron práctica profesional de su fe republicana. El personaje del maestro que interpreta Fernán Gómez en la exitosa película “La lengua de las mariposas” es fiel reflejo de esa circunstancia. Eminentes pedagogos como Manuel Bartolomé Cossío inspiraron campañas como las Misiones Pedagógicas que tuvieron gran eco dentro y fuera de España.

Con la Dictadura de Franco volvió a decaer el papel de los maestros, muchos de los cuales sufrieron en sus propias carnes el rigor de la depuración (y aún males mayores). En su tesis “La depuración del magisterio nacional”, el historiador Moreno Valero cifra en más de 60.000 el número de maestros represaliados o que se vieron obligados a dejar sus puestos a partir de 1939.

En realidad represaliados resultaron todos los integrantes del Cuerpo de Maestros pues todos fueron separados del ejercicio de la profesión, bajo presunción de culpabilidad y obligados los que quisieron y pudieron reintegrarse, a demostrar, a través del alcalde o del cura, que no eran desafectos al nuevo régimen. A estos efectos, Josep Fontana señala que la depuración de los maestros no solo pretendía apartar de la enseñanza a los que no compartían el ideario de los sublevados, sino reducir su número para cerrar escuelas1. Por su parte, María Antonia Iglesias, en un libro reciente “Los maestros de la República2 nos refiere algunos de los casos mas terribles de maestros, víctimas de la represión, e, igualmente Iñaki Pinedo, en el documental de cincuenta minutos de duración titulado “La escuela fusilada” hace un repaso de esta memoria con testimonios de la represión sufrida por los maestros durante y después de la guerra civil.

Durante los años 40 y 50 del pasado siglo, el magisterio nacional se convirtió en una salida natural para las clases medias rurales. A lo largo de estos años se acentuó, además, la diferenciación social entre el maestro de primera enseñanza y el catedrático (o profesor agregado) de Bachillerato, licenciado universitario, procedente en su mayor parte, de las clases medias urbanas y poseedor de un mayor nivel cultural.

La reformas educativas de los años 70 y el posterior proceso democratizador en la enseñanza y en la sociedad, trajeron consigo, junto con el incremento de la demanda educativa y su correlativo aumento de aulas y profesores, una mayor exigencia social por lo que se ha venido en llamar la “calidad de la enseñanza”, traducida también en una mayor participación de los padres de los alumnos en la vida de los centros docentes así como un cambio notable en las relaciones profesor-alumnos, sin descartar los aspectos conflictivos de estas interrelaciones, hoy día agudizados.

Paralelamente, y a pesar de la problemática que pesa en torno al polémica sobre la Educación en España, ha ido creciendo el aprecio social por los profesores. Si en el curso 1991-1992, según una encuesta realizada por la OCDE, esta consideración social se mantenía todavía baja, por debajo de la media de otros países, en 2006 y según los resultados de un estudio de opinión pública efectuado por la Fundación BBVA, los maestros (los profesores, en general) son, junto a los científicos y médicos, los grupos profesionales que mayor confianza suscitan entre los españoles.

Los maestros, escribió la citada Josefina Aldecoa, hija y nieta de maestras, son los “héroes sociales” que han puesto en nuestras vidas las bases mas importantes, los pilares mas firmes para nuestra formación profesional y humana.

Al recordar con esta breve nota la evolución del magisterio en España, quiero invitar a los lectores de este blog a que, a su vez, recuerden por un momento a aquellos profesores que contribuyeron a su formación, rindiéndoles, aunque no sea sino en su fuero interno, el agradecido homenaje que su memoria merece.

 

 

1Josep Fontana “La caza del maestro”. El País 10 de agosto de 2006

2María Antonia Iglesias “Los maestros de la República” La Esfera de los Libros, 2006

Manuel Martínez Bargueño

Manuel Martínez Bargueño

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