En el verano de 1970 decidí solicitar alojamiento, para preparar la Oposición de manera intensiva y alejado de los lugares de veraneo, en la Abadía del Valle de los Caídos y, con el apoyo de D. Rodrigo Fernández-Carvajal, me aceptaron los benedictinos, que me acogieron como huésped en su comunidad.
Llegué el día 22 de julio de 1970 a la abadía del Valle de los Caídos a las 10,45 aproximadamente de la mañana y el recibimiento de que me hizo objeto el padre Raúl Arrieta será para mí inolvidable. Me instaló en la habitación 97 y me recogió a las dos de la tarde para ir a comer en el comedor de la abadía con los monjes benedictinos presididos por el Abad Luis María de Lojendio, un abogado vasco que había ingresado en la orden benedictina en 1960. Me presentó después al padre Cipriano García Gambin, licenciado en políticas, que me acogió más estirado.
Por la tarde fuí a dar un paseo por la Basílica y regresé a la abadía, encontrandome con el padre Arrieta, que me entretuvo hablándome de las editoriales hispanoamericanas y me dijo que las grandes editoriales argentinas y mexicanas (Losada, Fondo de Cultura Económico, Paidós, Espasa-Calpe,…) habían sido fundadas por los intelectuales españoles expatriados. Asimismo, me habló del clima de Buenos Aires, que es horrendo (húmedo y caluroso).
Me las veía y me las deseaba al principio para utilizar correctamente el cuchillo y el tenedor en las comidas, pero en poco tiempo me hice con ellos. Esas comidas en la comunidad benedictina eran acompañadas de lecturas, creo recordar que de las diferencias entre los dominicos y los franciscanos.
Por la noche, después de cenar de 9,30 a 10, estuve charlando con el mismo padre Arrieta, que no me abandonó un solo momento en el primer día, y comentamos sobre sociología, el nivel de preparación español en la materia, confesándome su especialización en antropología.
El día 23 ya trabé contacto con mi vecino de habitación, que era un joven sacerdote, coadjutor de una parroquia de Madrid, pero que a partir de septiembre sería Prefecto del Seminario, encargado de los chicos de quinto y sexto, y que preparaba una tesis de sociología sobre “educación de adultos según la Unesco”. Era el padre Samuel, que me prestó asimismo una inestimable ayuda para conseguir entablar contacto con los miembros de la comunidad, a los cuales fuí conociendo poco a poco.
Esa noche estuvimos hablando con el padre Juan Antonio, que tenía una mentalidad bastante abierta, y comentamos los sucesos sociales de Granada y los anteriores de Murcia, cuando la Policía reprimió a tiros unas manifestaciones como consecuencia de la huelga en la construcción. También hablamos de la flexibilidad del Superior y de la correspondiente necesidad de ampliar la responsabilidad personal.
El 24 a las 9,30 fuí a ver al padre Cipriano, que era el bibliotecario. Le entregué la carta del reverendo Yelo y se puso a contarme su carrera de políticas. Entre muchas otras cosas me contó la visita de Franco a Muñoz Grandes antes de marchar a Barcelona y cómo éste le dijo: “Paco, no pretendas ocultar lo de Matesa, podría ser tu perdición al final de tu carrera. Y te lo dice no un hombre, sino un cadáver que, por ello, no tiene ambiciones personales de ningún tipo”. Y que Franco, aconsejado por Carrero, había querido pegarle el carpetazo a Matesa, pero que Herrero Tejedor se había opuesto y el Tribunal Supremo estaba actuando inflexiblemente con mentalidad de juez. Que se había publicado en Alemania el informe de la Comisión Matesa a las Cortes en España. Y que sólo la revista S.P. había publicado la serie de fraudes e infracciones cometidas en el affaire Matesa. Me puso mal a Ollero y muy bien a Fraga y a Maravall.
Por la tarde bajé a la cafetería de la Basílica y después de la cena estuve charlando con el padre Arrieta y con Samuel sobre la filosofía española. Muy malo para ellos el libro de Alfonso López Quintas y magistral Ortega en su libro sobre la cinegética, que es una verdadera obra maestra.
Hoy 25 de julio he estado en la misa solemne en la Basílica, a donde he bajado con los padres benedictinos. He trabado cierta amistad con el reverendo Leoncio, que está en Alcalá y estudia composición y quizá venga a la abadía para dirigir el coro o escolanía. De tendencias socialistas de izquierda.
Así, hemos subido hasta el pie de la cruz, que es el máximo permitido. El escenario es espléndido.
He conocido al padre encargado por ahora de la escolanía, el padre Laurentino, que es un hombre juvenil y goza de la predilección servil del Abad.
A la comida ha asistido un amigo personal del Abad, don Victorino, jefe de prensa del Ministerio de Trabajo, hombre con un conocimiento personal tanto de José Antonio, del cual fue jefe del gabinete de estudios, y del jefe de la falange de Valladolid, que luchó y murió en las alturas del Guadarrama, o sea aquí mismo. Después de la comida el Abad Luis María de Lojendio, que me ha sido presentado por el padre Arrieta, nos ha invitado a tomar café y copa de coñac, quedando a mi izquierda un benedictino holandés y a mi derecha el padre Angel.
El Abad se ha sorprendido de que no fuera seminarista ni cura, y me ha preguntado varias veces qué hacía yo allí. Después se ha interesado por mi oposición y me ha preguntado ante quién me tenía que recomendar. Insinuando a la hija de Jordana de Pozas, el veterano administrativista, me insistió varias veces en que le interesaba vincular gente joven al centro y que contaba conmigo para algún seminario. Me explicaron que van a celebrarse dos mesas redondas, una a cargo de Juan Velarde Fuertes y otra a cargo de Luis González Seara, sobre Prospectiva: la sociedad del futuro y varios seminarios.
Al café han asistido todos los elementos seglares: uno de ellos por el que el Abad mostraba especial predilección y que ha tenido beca March de música para ampliar estudios en USA, y que antes era un simple taxista.
Don Victorino se ha enzarzado con el padre Leoncio con el tema de José Antonio y la Falange y su postura es que se han desengañado, pues los posibles líderes falangistas: Girón, Salas Pombo, Fernández Cuesta,... se han enriquecido, viven en palacios y no quieren saber nada del nacional-socialismo. Que está en contacto con Manolito Cantarero del Castillo y que se pueden hacer cosas interesantes. Añora los grandes líderes sindicalistas de la República y afirma que no hay gente que sustituya a las figuras del Instituto de Reformas Sociales.
Por su parte, el padre Angel me ha contado el porqué de la discusión del Centro con el Instituto León XIII, que ponía los profesores, los alumnos y los títulos y obtenía las instalaciones y los fondos del Centro (3 millones). Carrero era el presidente del patronato del Centro y había dado carta blanca al Abad para resolver la situación a su gusto. Pero el Padre Abad intentaba una reestructuración con titulación propia. Yo pienso que la suspensión de los cursos en el Valle (ahora se celebran en el Escorial) se debe en gran parte a la imposibilidad de continuación con la Secretaría efectiva del Centro de su gran, animador don Luis Sánchez Agesta, actual rector de la Autónoma.
Y esto es todo lo que hay por hoy, que ya es.
18 julio 1970, martes.
El domingo me lo tiré trabajando durante toda la mañana. A la comida asistieron varios ex escolanos, entre los cuales estaba un testigo de Jehová. Y después de la cena el padre Abad habló a Laurentino delante de mí respecto a la constitución de una asociación de antiguos escolanos. Estaban emocionados y yo creo que la conversación iba con miras a preparar favorablemente la decisión de éste para hacerse cargo de la escolanía. Por la tarde bajé con Samuel a la basílica, que es algo impresionante por la cantidad de trabajo que allí se ha hecho.
El lunes 27 fui a Alcalá con Leoncio en su R-8 y fumando Partagas. Antes trabé confianza con el padre Alejandro, que es de Vitoria y lleva los cometidos de mano de obra de la comunidad (conduce los coches y es el encargado del botiquín y las excursiones-hoy martes iban a Valladolid con la gente del poblado del Valle de los Caídos-). En Alcalá estuve en la Escuela de Administración Pública y en la Secretaría me atendió un chico de Murcia. Regresé a Madrid en los autobuses de la Continental que salen cada hora de la calle Alenza, que está cerca de los Nuevos Ministerios. En Presidencia del Gobierno, Castellana 3, vía José Luis Hernández Conesa, el murciano n.º 1 de su Promoción de TAC, con quien tomé una cerveza. Con él estaba otro TAC, Juan Luis Simón Vallarino. Este me aconsejó preparar los temas generales de las tres especialidades y me habló de la composición del tribunal (que tenía carácter continuador: José Jiménez Blanco, Miguel Beltrán Villalba, Juan Junquera,… ). Me insistió en el carácter decisivo del primer ejercicio respecto al segundo, y también me dijo que había muy pocas instancias para la próxima convocatoria.
Por la tarde, me vine en el autobús de Guadarrama-Cercedilla que sale de Plaza de España. Subí andando hasta la entrada del Valle (3 km) y desde allí me subió José Luis Pardos, economista, que tenía con un grupo de 14 personas una estancia de tres días de trabajo en la hospedería.
Después de cenar estuve con el Abad y el padre Juan Antonio, que conocía al Abad de antes, pues debió ingresar en Silos como novicio en 1964. Y el Abad nos contó que fue portavoz para prensa extranjera de Franco durante la guerra y después vivió en el hotel Palace cuando estaba en el Ministerio, y que era un gran gastrónomo. Y también debió vivir lo suyo, pero me dijo que él seguía el refrán: “donde mores no enamores”, así como que la gente lo creía más inteligente de lo que era.
Y hoy martes he conocido al padre hospedero titular, padre José Luis, y parece ser que tendré de vecinos de habitación a unos seminaristas. Ha estado en USA. Veremos qué cuenta. Después de cenar me ha cogido otra vez Laurentino con el Abad (que estaba con el padre Topete, jesuita que marcha mañana porque ha terminado ya sus ejercicios espirituales en solitario), el cual ante los acontecimientos de Granada dice que es un problema de incultura y de pérdida de casta, que lo que hace falta además es cambiar las vacas por otras que den más leche. En parte tiene razón, pero es un tanto fatalista. El mismo reconoce haber perdido las ilusiones que concibió al acabar la guerra.
Laurentino me ha contado algunas cosas curiosas sobre la burocracia sindical y entre ellas un chiste que una chica dijo a un dirigente sindical: “Le regalan a Franco en la Guinea ecuatorial una cobra. Y claro la intenta rehusar, por ser peligroso tenerla, pero se le arguyó que se le había eliminado el veneno y era inofensiva, que no hacía nada. Y entonces Franco dijo: cobra y no hace nada, entonces a sindicatos con ella, ese es su puesto”.
Me ha hablado asimismo de las infiltraciones comunistas en la policía y entre los sacerdotes (caso de uno de Murcia que desapareció).
Por ahora también acabo la redacción.
29 de julio de 1970, miércoles.
Hoy he trabajado bastante y cuanto más profundizo en ella tanto más me convenzo de que era algo que yo estaba intentando hacer sin conseguirlo plenamente. Creo que la Sociología puede completar mi formación muchísimo.
No he dormido siesta, pues han venido 2 autobuses de maestras que están haciendo en Madrid varios cursillos y han estado cantando y bailando hasta las cuatro, hora en que se marcharon. Después he estado hablando con el padre Angel, que me ha contado chismes y cosas de los habitantes del poblado que trabajan para el Patrimonio, el cual les proporciona la vivienda y otra serie de ventajas como empleados públicos. Los guardias del Valle son de la Guardia Civil y, amén de tener más de un empleo, trabaja toda la familia, hasta la mujer.
Después he charlado con el padre Laurentino, que es un hombre inquieto y enterado, y me ha contado que en Le Monde ha aparecido una crónica sobre las donaciones de Vilá al Opus Dei. Al respecto yo estaba enterado, pues Informaciones publicó el lunes 27 una nota de la oficina de prensa del Opus Dei en España que calificaba de calumnias tales noticias. Parece ser que la cuantía se eleva a unos 3.000 millones de pesetas para una Universidad en Lima, dos residencias en Estados Unidos, etc.
Asimismo, me ha informado que Navarro Rubio está procesado, pues presionó a la banca privada para que concediese créditos a Matesa. Y están amenazados López Bravo y Villar Palasí, abogado de Matesa). Es verosímil la noticia, pues Navarro Rubio ha cesado como gobernador del Banco de España (y la noticia procede de Coronel de Palma).
He conocido a la alcaldesa del Escorial y a su hija, cuyo marido es el médico de la comunidad. Y a Alfonso Padilla, catedrático de Derecho Político de Valladolid, que paseaba con el Padre Abad.
Después de la cena, como ya va siendo tradicional, me he sentado a la puerta de la Abadía con el Abad y con el padre Juan Antonio (que es de Avila) y la conversación ha discurrido por el panorama monumental de Avila y Segovia. Y el Abad me ha descubierto la enfermedad de los monjes: se les abre la planta del pie derecho por las genuflexiones (esto sólo con los no habituados). Los judíos se santiguan con la mano izquierda. El Abad tuvo a sus órdenes a Jordana de Pozas el Viejo.
Por último, ha llegado la noticia de la muerte de Fernando Martín Sánchez-Juliá y la decisión del gobierno español de si mañana no acaba la huelga en el metro, meter al ejército. Da la casualidad de que esto es fácil, pues, previendo este tipo de cosas (u otras) el personal superior de Renfe y los maquinistas, etc., tienen grado militar y están en situación de reserva. Por lo cual el personal no militar ocuparía los puestos menos difíciles (taquillas, etc.).
Por eso mismo la policía de tráfico, pertenece a la Guardia Civil, lo que asegura el control militar en las carreteras españolas en cualquier momento.
30 de julio de 1970, jueves.
Escribo a la luz de los relámpagos y de la brasa del cigarrillo que me estoy fumando, pues la tormenta que estaba amenazando toda la tarde ha descargado intensamente después de la cena, o sea a las 9,30. El espectáculo que ofrecía la Cruz a la luz de los relámpagos es algo único y de lo más bello que voy a ver en mi vida. Si se tomara un filme de este hecho sería algo fantástico y prodigioso, pues la claridad a veces es superior a la diurna y además no hay nubes bajas que entorpezcan la visibilidad, como debe ocurrir en invierno.
Después de comer he estado cambiando impresiones con el padre José Luis, que ha estado en México y Estados Unidos, y hemos comentado asimismo la situación de clero, monjas e iglesias de Madrid y sus alrededores.
Hemos ido Samuel, el padre Cipriano y yo a la Universidad de los Agustinos en El Escorial, donde están los restos salvados del naufragio de los Cursos de Ciencias Sociales del Valle; ahí quedan 31 alumnos de los cursos segundo y tercero, junto con los 50 americanos de todas las edades que siguen un curso de verano en el viejo caserón de los Agustinos, que, eso sí, tiene piscina y habitaciones individuales y está muy céntrico.
Allí me han presentado a don Alfonso Padilla, catedrático de derecho político de Valladolid, casado, sin hijos, durante mucho tiempo ayudante adjunto de Sánchez Agesta y especializado en derecho constitucional comparado, hombre muy sencillo, afable, pero sin gran categoría intelectual, al menos a primera vista.
Asimismo, he conocido a D. Efrén Borrajo, gallego, actual Director General de Promoción Social, Catedrático de Trabajo, hombre sencillo pero de gran valía intelectual y moral, autor de un gran Manual sobre Derecho del Trabajo, e inspirador de otras leyes laborales de la seguridad social y discípulo del Profesor Eugenio Pérez Botija, que está colocando a todos sus colaboradores: Luis Enrique de la Villa, Alfredo Montoya, Fernando Suárez. Me ha parecido un hombre extremadamente ponderado y prudente. Le he preguntado si no había quizá una predisposición por parte del régimen hacia la ampliación de los estudios de sociología y me ha contestado que no, sino que más bien no se había creado la necesidad de expandir esos estudios y que ahora que se hace, quizás el gobierno los recoja y fomente.
Parece ser que se ha resuelto lo del metro merced al gesto del gobierno de amenazar con la militarización y que hoy la situación se había normalizado.
El padre Cipriano ha insistido en lo de que Carrero estaba amenazado también por el asunto Matesa y había dicho que lo único que le interesaba era ser nombrado Jefe del Alto Estado Mayor, a lo cual se oponían ejército y marina, acusándolo de haber hecho la guerra sin pisar un frente. Al final ha sido propuesto para el puesto el Teniente General Díez Alegría, que tiene un hermano que es el actual Director General de la Guardia Civil y también otro jesuita en Roma.
Ha contado la anécdota de Mónica Plaza de Prado, procuradora franquista por Palencia, que en las Cortes, ante una disposición que condenaba la conducta licenciosa y una intervención, haciendo salvedades, de un procurador muy amante de la buena vida que decía: que “había casos en que…”, Mónica le contestó airada: “Ni casos ni nada, a eso le llamo yo ser un sinvergüenza”.
Después de cenar, el padre Abad, que ha estado en Avila, tras contar su viaje me ha referido que lo más difícil de controlar por el hombre son las manos y de ahí la cartera de mano. Y me ha hablado de su contacto personal con Herrera Oria y los demás miembros de la vieja guardia de la A.C.N. de P. Sabe francés muy bien y recibió clases de alemán del profesor de Zubiri.