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Jaula de Grillos

Jaula de Grillos (45)

Miércoles 13 de Marzo de 2013 13:34

ACOSO

por Juan Pedro Escanilla

Un acoso puede tapar otro. O provocarlo. Del cementerio del olvido ha resucitado el acosador de Nevenka, el ex alcalde de Ponferrada  Ismael Fernández, para recordarnos que a veces la vida puede tener recovecos insospechados. Nadie diría  hace diez años que un escándalo que tenía como protagonista un alcalde del PP, que salió del asunto bastante bien parado, se cobre ahora sus víctimas en el PSOE.

 El asunto de Ponferrada no ha sido solo un error político. Ha sido sobre todo una estupidez. Y eso por dos razones:

 Atribuyen a Fraga la frase de que la política hace a veces extraños compañeros de cama. Es posible, pero, al menos en política, no obligan a nadie a meterse en la cama de nadie y si uno pernocta en lechos dudosos no puede extrañarse de lo que pueda pescar. El problema de Ismael Fernández no es sólo que fuera un acosador convicto, que ya me parece bastante grave. Lo peor es que es un cacique sin más brújula aparente que su poder personal. Dime con quien andas … debieran haber reflexionado los ex – PSOE de Ponferrada.

 Pero la estupidez se acentúa si se mira con un mínimo de objetividad la aritmética política de Ponferrada. Entre el PP y la lista del ex alcalde acosador arrasan. Es decir, el voto mayoritario es de derechas. Podrá indignar que un personaje así obtenga tantos votos, pero lo cierto es que los tiene. Intentar gobernar apoyándose en una querella de familia y sin base electoral es una temeridad y va en contra de cualquier sentimiento democrático. Ya sé que la situación se invierte en otros sitios, especialmente en Extremadura, donde el PP gobierna una región con mayoría de izquierdas gracias a un pacto espurio con IU pero no se trata de elegir este comportamiento como modelo y los ex – PSOE de Ponferrada debieran haber recordado la indignación que esto causó en su día.

 Para que este cúmulo de insensateces haya podido producirse han tenido que coincidir diversas ambiciones: En uno, la de preferir ser alcalde antes que militante honesto de un partido fair play; En otro la de adornar su currículo con la conquista de una perla de la corona en una región donde las ciudades de mas de cincuenta mil habitantes se cuentan enseguida; En algunos más, por fin, la de saldar viejas cuentas con un secretario general a quien la mayoría de los barones no le han perdonado que ganara un congreso y le han dejado inmediatamente al descubierto, algunos con “enorme tristeza”.

 Así que finalmente la víctima del caso “Nevenka” ha sido un Alfredo Rubalcaba que sabe ya que, salvo milagro, no se sentará nunca en el despacho de la Moncloa pero que tiene que resistir porque su función más importante, casi la única, es la de cambiar el PSOE de arriba abajo.

Algo que barones y baroncitos no están dispuestos a consentir.

 

 

Lunes 04 de Marzo de 2013 17:02

EL JUEGO DE MARIENBAD

por Juan Pedro Escanilla

En las largas tardes de aburridas clases en el Ramiro, mi compañero de pupitre y yo matábamos el tiempo con juegos discretos, de los que se juegan con papel y lápiz y en silencio: el ahorcado, por supuesto, y también a ir creando, e intentando cerrar antes que el otro, cuadritos en los cuadernos de mates.  También jugábamos a un juego que consiste en tachar rayas de unas filas establecidas según una estructura particular, generalmente número impar de rayas en cada fila, pero siempre con una sola raya en la primera fila. También se podía jugar con palillos, como en la película de Alain Resnais, pero era más arriesgado, sobre todo en clase de filosofía cuyo titular, un cura a quien llamábamos cariñosamente “el cuervo”, solía dar la lección paseando entre los bancos.

 

Se jugaba tachando rayas hasta que solo quedaba una, de forma que el que tenía que tachar la última perdía y, aunque era un juego relativamente simple, dejaba traslucir el temperamento de cada uno en su manera de jugar: los timoratos avanzaban rayita a rayita; los impetuosos arrasaban con todo lo que permitían las reglas en una jugada; los reflexivos se pasaban las horas muertas pensando que tachar y los nerviosos dando codazos a esto últimos para que arrearan.

 

En el extraño juego de esgrima en el que se están enfrentado una desorganizada plana mayor del PP y ese amigo al que nadie puede nombrar, esta quedando bastante claro quien es el que los tiene bien puestos: Luis Bárcenas está tomando la iniciativa constantemente y a cada paso que da destroza las explicaciones más o menos confusas esgrimidas por el PP, obligándole a dar una nueva versión que, prácticamente de forma inmediata, es de nuevo desmentida.

 

Está claro que este hombre, de quien se conocen cuentas en el extranjero por valor de al menos 22 millones de euros y cuya procedencia no está aclarada, podría estar tomando el sol y caipiriñas en un paraíso fiscal o al menos en un país sin extradición posible. Sin más preocupaciones.

 

Si en lugar de eso permanece en Madrid, frecuenta un despacho, recibe un sueldo (o un finiquito diferido), se enfrenta a una imputación por varios delitos, pierde papeles manuscritos y se pelea por un despido improcedente, es que hay algo mucho más importante que se nos está ocultando.  Al menos de momento.

 

No sé cuántas filas de palitos hay en este juego (no sé si lo sabe nadie) pero es seguro que alguien en Génova tiene en este momento la misma cara que pone el que ve que quedan sólo tres palillos en filas distintas y que, coja el que coja, se comerá el marrón.

Jueves 28 de Febrero de 2013 22:29

EL PSOE EN LA ENCRUCIJADA II *

por Juan Pedro Escanilla

Aunque no tienen una base jurídica que los establezca, es habitual, aunque no sistemático, celebrar en nuestro parlamento debates sobre el llamado “Estado de la Nación”. En ellos, el presidente del gobierno explica su gestión y los grupos parlamentarios la ensalzan o critican según su posición. Está claro que el segundo papel estelar corresponde al llamado jefe de la oposición, lo que convierte el asunto en un combate de jefes y, aunque no hay un sistema objetivo para saberlo, ni se prevén otras votaciones que las que se deriven de las propuestas de resolución de unos y otros, hay una tendencia general a preguntarse quién ha ganado el debate y a esa pregunta suele responder el CIS con una encuesta cuyos resultados vienen a ser el jurado inapelable.
Este tipo de encuestas me parecen poco fiables porque tienen una cierta tendencia a reflejar las fidelidades del momento más allá de hechos objetivos, algo que se ve claro cuando se contemplan los datos ventilados por afinidad política. No obstante, creo que es obligado señalar el porcentaje tan bajo de los que piensan que Rubalcaba ha ganado el que acaba de terminarse.
Supongo que puede decirse que Rajoy no ha ido tampoco muy lejos y que juntos no llegan ni al 50% de los votos, algo que debería hacer reflexionar a todos. Pero lo cierto es que nunca en la historia del PSOE se había estado tan abajo y eso a pesar de un PP minado por los escándalos, las protestas y la sombra de un Bárcenas que crece a ojos vista.
Muchos le echarán la culpa al propio Rubalcaba, empezando por todos los que sueñan con ser Califa en lugar del Califa aunque sea de un califato reducido a una taifa. No creo que sea el enfoque adecuado: Rubalcaba es un hombre honesto y competente aunque es verdad que le falta carisma pero quizás uno de los problemas del PSOE sea precisamente haber descansado alegremente en líderes carismáticos.
Que la persona que representa a la máxima jerarquía del PSOE se lleve un revolcón en la opinión pública me parece relativamente lógico, visto lo visto. Más sorprendente es que Beatriz Talegón, cuyo video criticando a los dirigentes de la internacional socialista ha dado la vuelta al mundo, sea abucheada y expulsada de una manifestación, protegida por la fuerza publica.
El dramático significado de ese abucheo se resume de forma muy simple: hay una franja importante de gente que piensa que ni siquiera un PSOE eventualmente renovado les va a resolver los problemas.
Pero seria un error creer que este rechazo se debe únicamente al hecho de que la imagen actual del PSOE esta pintada con los brotes verdes, las reformas exprés de la Constitución o los indultos a banqueros. Esas cosas tienen ciertamente su importancia, pero si sólo fuera eso la solución seria sencilla: bastaría hacer, como piden algunos, el mea culpa y esperar que un poco de tiempo cure las heridas. Hay mucha gente en el PSOE convencida de esto.
Hay algo mas profundo debajo: durante décadas, el PSOE ha sido, con altibajos, un partido bien visto, y no solo por la izquierda, porque era un partido estructurador del sistema y por eso recibía el aprecio de la gente de talante conservador (sí, también hay conservadores de izquierdas). Porque sus gobiernos apuntalaban el modelo que la gente quería mantener al tiempo que lo hacían avanzar más o menos deprisa.
El problema es que ese modelo se está viniendo abajo en esta pesada atmosfera de fin de reino, crisis y corrupción y el PSOE ha sido incapaz de anticipar el movimiento, de forma que ya es visto por muchos como un estorbo más en la inevitable tarea de desescombro constitucional. Me entristece profundamente la impotencia de un hombre al que admiro, Alfredo Pérez Rubalcaba, para vencer la esclerosis de ese complejo entramado de intereses que compone la estructura del PSOE.
Decía un conocido mío de la agrupación de Salamanca que los cargos orgánicos, administrativos y de representación son como patas de una silla. Cuando tienes una, estas inestable, dos te dan cierta seguridad y con tres no hay dios que te mueva. Yo suelo añadir que hay muchos que prefieren ser diputados del partido de la oposición que simples militantes del que gobierna.
El tiempo, las listas cerradas y la tendencia a la cooptación han ido llenando el organigrama de muebles bien estables: Muchas patas tiene que serrar Rubalcaba si quiere salir de ésta y colocar al PSOE en el futuro.

 

Viernes 08 de Febrero de 2013 10:26

NO SE NI LO QUE HE DICHO

por Juan Pedro Escanilla

No puedo dejar de sentir una cierta simpatía por ella. Quizás porque nunca me ha gustado reírme de las meteduras de pata ajenas y los payasos de las bofetadas me dan más pena que otra cosa. Quizás por esa oscura solidaridad que recorre el alma de bolígrafo y sello de tinta de los funcionarios de toda la vida.

No hacía falta un micrófono abierto para darse cuenta de que la directora de la Agencia Tributaria tenía ante sí lo que se llama un marrón: justificar la puesta en marcha de un mecanismo de amnistía que se vendió dentro de una estrategia de repatriación de capitales y del que se sospecha que haya sido utilizado por imputados en diversas tramas de corrupción especialmente la llamada Gürtel.

La Agencia Tributaria es una maquinaria de una eficacia terrible (dentro del marco de su mandato legal que no siempre le permite llegar a todas partes), como esos chuchos que cuando pillan un hueso son incapaces de soltarlo. Recuerdo que a mí hace un tiempo me frieron a cartas reclamándome 25€ que no cuadraban en una declaración. Así que puedo comprender la frustración de sus funcionarios cuando una decisión política les obliga a cerrar un expediente a cambio de unos ingresos que finalmente han sido bastante magros.

El problema de Beatriz Viana es que tiene un pie en cada lado: De una parte su gran experiencia como funcionaria de la casa y, seguramente, la cultura administrativa de servicio al Estado que se respira en ella; De otra su obediencia política que la ha situado en un cargo que aparenta ser muy técnico pero que es uno de los más delicados de la administración. No es de extrañar el comentario, ni el gesto, ni el miedo a la prensa, ni esa actitud que parece decir: a ver como salgo de esta.

Con su alma dividida, consciente de la incoherencia de todo lo que está pasando y quizás también preocupada por el aluvión de ceses, imputaciones y otros males que se le pueden venir encima, el problema de la directora no era tanto el que al final de su intervención no supiera que es lo que había dicho sino que, probablemente, al comienzo de ésta, no sabía lo que iba a decir.

Como dicen los franceses, “Ce qui se conçoit bien s’exprime bien”. El resto es bla, bla, bla.

Lunes 04 de Febrero de 2013 17:28

PAGAR EL PISO

por Juan Pedro Escanilla

Bueno, no. No es un post sobre hipotecas, lo siento, otra vez será.

Cuando yo era jovencito, los mozos que venían de fuera a cortejar a alguna muchacha estaban obligados, a poco que la cosa empezara a ir en serio, a “pagar el piso”, es decir, a invitar y festejar a todos los mozos del pueblo. Si no lo hacían, tenían problemas.

Supongo que los antropólogos, sobre todo los sensibles a las teorías de Levy Strauss, pensaran que esta costumbre era una reminiscencia de instituciones como la compra de esposas y otras pautas estructurales que regulaban el equilibrio entre hombres y mujeres en sociedades más primitivas. Es ciertamente posible, pero hay algo más.

A mí me llamaba la atención el nombre de la cosa porque estudiaba en Madrid donde estaba generalizada la división horizontal de los inmuebles por pisos, pero era consciente de que en el pueblo esto no pasaba y las casas, mayoritariamente de planta baja, eran unifamiliares: allí pocos habían visto un piso tal y como yo lo entendía.

Mas tarde supe que en Italia, en los territorios controlados por la Mafia, los comerciantes y otros trabajadores pagaban a los caciques el pizzo, una contribución económica, para que les dejaran en paz.

No se si hay una relación etimológica entre ambas expresiones ni como se ha pasado, si es el caso, de una a otra, pero me parece que el significado social y económico es el mismo en ambos casos. El fuerte, el organizado, le dice al débil: Tu tienes intención de hacer algo en un territorio que yo controlo. No hay problema pero tendrás que pagar si quieres que todo vaya bien. El débil, por lo general, paga o se atiene a las consecuencias.

La extorsión es algo generalizado: Desde el patio del colegio estamos acostumbrados a que el más fuerte, el más cruel o el más listillo abusen de sus compañeros. Esto puede amargarle la vida a más de uno pero solo cuando se hace de forma organizada y sistemática por un grupo de personas podemos pensar que existe una mafia.

Paradójicamente, de alguna manera, Estado y Mafia compiten por el pago del pizzo, el primero en forma de impuestos, la segunda cómo simple extorsión. Las organizaciones políticas pre-modernas se distinguen a veces difícilmente de organizaciones mafiosas cuya arquitectura piramidal basada en pactos de reconocimiento mutuo se asemeja a una estructura feudal. De hecho, los limites entre las organizaciones políticas y las mafiosas son tan tenues que muchas de estas ejercen en sus territorios labores asistenciales y de jurisdicción propias de un Estado. Pero, por supuesto, sin que los ciudadanos controlen el nivel de las exacciones ni el destino dado a esos fondos, que es uno de los elementos básicos de un sistema democrático. La frontera es, sin embargo, tan permeable que en cuanto la democracia se debilita, las mafias ocupan el vacío rápidamente.

Eso no quiere decir que las calles se llenen de cadáveres y de hombres con trajes de raya diplomática y camisa de flores: El sistema de relaciones mafiosas es mucho más sutil que lo que el relativo uso de la fuerza podría hacer pensar. Las novelas y películas nos han enseñado a menudo el lado brutal y espectacular, un poco mítico, de las organizaciones criminales. En la practica cotidiana, difícilmente se les diferencia de hombres de negocios comunes.

Quienes vieron en su día la serie de los Soprano recordarán como Carmela, la esposa de Toni Soprano resolvía sus problemas: Se metía en los fogones, y armada de una tarta bien horneada se iba a ver al director de la escuela que tenía problemas con el niño; al vecino a quien había que pedir un favor; al primo con quien tenía una cuenta pendiente: La captatio benevolentia en estado puro.

Si las cuentas manuscritas que el Sr. Bárcenas ha ido perdiendo despistadamente resultaran ser ciertas, debería sorprendernos la cantidad de tartas que empresas y empresarios han estado llevando a la calle Génova de Madrid durante todo este tiempo y la cantidad de manos que han recibido su parte del bizcocho. Si esto es cierto, lo preocupante no es tanto que la pasta se haya cobrado en blanco o negro o figure o no en la declaración de la renta de nuestros próceres. Lo preocupante es no saber qué conflictos han resuelto esas tartas; qué favores han obtenido; cómo han afectado a la libre competencia; a la unidad de mercado; a la voluntad de nuestros legisladores a la hora de cambiar reglas de juego. Qué efecto sobre nuestra economía; nuestros impuestos; nuestra competitividad; nuestra tasa de paro. Y, sobre todo, qué efectos sobre la legitimidad de nuestro sistema.

Hace muchos años, conocí de lejos un caso un poco surrealista: Un hombre relativamente joven tuvo que hacerse cargo, por la muerte prematura de su padre, de una empresa familiar que contrataba con diversas administraciones. El hombre sabia que, para conseguir los contratos, su padre entregaba sobres con “gratificaciones” en algunos ministerios pero no sabia a quien, ni cuanto: Gracias a las libretas de teléfonos logro dar con los nombres pero por supuesto no podía saber cuanto, así que imagino la angustia de jugador de siete y medio de este hombre que no sabía si iba a pasarse o quedarse corto.

No sé cómo acabó la cosa pero sé que si eso le hubiera pasado ahora, le habría bastado con abrir cualquier periódico para descubrir en las copias de alguna de esas listas, verdadera cartografía de la indecencia, y sin ninguna duda: cuanto y a quienes.

Jueves 31 de Enero de 2013 17:59

PERDER EL NORTE

por Juan Pedro Escanilla

Los belgas son para los franceses el equivalente de los de Lepe para los demás españoles: Una especie de niños de azotes en los que verter frustraciones a base de chistes simples y a veces crueles. No importa que belgas y leperos demuestren hasta la saciedad su inteligencia y su espíritu emprendedor. Los mitos tienen una vida muy resistente.

A la del de los belgas acaba de darle combustible para una temporada una buena señora que salió con su coche para ir a la estación a buscar a su nuera y siguiendo las instrucciones de su GPS se plantó en Zagreb, capital de Croacia, distante de Bruselas cerca de 1300km. Con un par.

Parece difícil explicar cómo alguien puede hacer un recorrido tan largo, que implica repostar gasolina un par de veces y, según confesión de parte, dar unas cabezadas, sin percatarse del error. “Iba distraída”, dice la buena señora (jugándose de paso una buena cantidad de puntos de su carnet).

Muy distraído debe estar también un señor capaz de atesorar en Suiza 22 millones (de los buenos, no de pesetas) y comprarse una coqueta finca de tres veces la extensión de Barcelona, así cómo quien se compra un paquete de tabaco. Distraídos también los que le veían pasar con sobres llenos de sueldos (sobre-sueldos) y no percibían la magnitud de sus signos externos de riqueza.

Por no hablar de lo distraído que debe estar alguien para publicar en su revista artículos de una señora a la que no conoce ni de vista y de la que su agencia no le da el más mínimo detalle. Y eso a pesar de que el estilo y los temas le debían hacer sonar ciertas campanillas. Por cierto, pagándo los artículos muy por encima de lo habitual.

Si marcáramos en el muro (cómo se hace con las inundaciones: cómo el soldado zuavo bajo el puente del Alma) señales para medir la crecida de la mierda, las de este enero que se termina figurarían en le Guinness de los records. Sin ir más lejos, el 17, que estuve en Madrid, no podía uno pararse delante de un quiosco de prensa sin ser acosado desde todas las portadas por el patético desfile de nombres de padres de la patria (o de las patrias, que también los hay periféricos) que se han tomado el país a beneficio de inventario envueltos en la primera bandera que les caía a mano.

Despistados, también, los responsables de los partidos políticos: Los unos amparándose de forma embarazosa en cosas como la presunción de inocencia; la oportuna suspensión de militancia o la ignorancia de lo que tal señor hacía. Los otros aventurándose a dar alguna colleja al adversario. Suavecita, claro, siempre con el miedo metido en el cuerpo de que les pueda tocar el turno en cualquier momento.

Y todos proponiendo soluciones surrealistas, cómo auditores internos (¡vaya!, ¿no teníamos comités de disciplina o similares en todos los partidos?) o pactos anticorrupción (¿se acuerdan de los pactos anti transfuguismo?). Soluciones que, básicamente, consisten en decirnos de manera ingenua: “no se preocupen que esto lo arreglamos nosotros. “Vamos a barrer, ya lo verán”.

Pero no pueden arreglarlo. Por lo menos no desde el modelo en que se sitúan la mayoría de los líderes políticos actuales que es el de continuidad pura y dura del sistema. Sin darse cuenta de que un sistema que ha permitido la canibalización de los aparatos de los partidos y de una buena parte de las estructuras del estado no puede seguir así.

No tengo la menor duda de que la inmensa mayoría de los políticos, de todos los partidos, son gente honesta. Conozco bastantes en unos y otros para sacar esa conclusión. Y creo que la consecuencia que algunos intentan sacar de lo que estamos viviendo que es la de que todos los políticos están corruptos es mala para la democracia y es buena, precisamente, para los corruptos, paradójicamente, por aquello de que cuanto más se diluya la responsabilidad más difícil que se arbitren remedios. Es como si el bosque no nos dejara distinguir los árboles. Sin descartar los riesgos del populismo implícito en ese enfoque.

Y es probablemente la propia honradez de la mayoría de los políticos la que les hace pensar que es un problema de personas: Que basta con echar a los “malos” para que las cosas se arreglen. Sin embargo la experiencia nos dice que, aunque el afloramiento de casos es actualmente espectacular, toda la historia de nuestra democracia está plagada de nombres que han dado identidad propia a tantos y tantos casos: Roldan; Naseiro; Tamayo, etc. No iría yo hasta decir que el sistema genera corrupción. Pero está claro que tiene rendijas y nichos suficientes para que los corruptos se agarren firmemente, sobrevivan: Un sistema electoral muy rígido; Una separación de poderes prehistórica; Partidos políticos burocratizados y con un sistema de financiación mal definido así como una multiplicación de poderes ejecutivos con poco o escaso control.

Nuestro país necesita un traje nuevo. Uno en el que no se necesite creer que alguien es honesto porque tendremos la confianza de que los deshonestos no pasarán los filtros. Uno en el que la única manera de perder el norte sea hacerle mucho caso al TOM TOM.

Martes 08 de Enero de 2013 11:18

REGALOS

por Juan Pedro Escanilla

Con las cajas de juguetes encima de los zapatos, las alegrías de los más, las sorpresas de algunos y las decepciones de los menos, se acaba la temporada de regalos más intensa del año. Por mal que vayan las cosas, es difícil privarse del placer de regalar algo a las personas queridas. De forma que, incluso en estas navidades sin extra, en las tiendas proliferan los envoltorios con lacitos y los tickets regalos, esa odiosa costumbre que implica una cierta inseguridad en tus criterios.

Cuando yo era pequeño los regalos venían casi exclusivamente con los reyes. Apenas algo por el día del Santo (que se celebraba más que el cumpleaños) y raramente (solo en las reválidas) como premio a un curso sin suspensos ya que se suponía que eso era la norma, no como ahora.

Con el tiempo, y con el viento en las velas de las campañas de marketing, se han ido incrementando las ocasiones de hacer regalos en base a conmemoraciones selectivas: día de la madre, del padre, de los enamorados… seguro que me dejo alguna.

Pero está claro que el gran momento de los regalos (y de los grandes almacenes, claro) se alcanza en esa época de límites relativamente elásticos que seguimos llamando navidad.

La pugna entre los Reyes, amos tradicionales del cotarro, y Papa Noel o sus derivaciones, incluido el Olentxero, hace tiempo que se decantó por una solución salomónica: vienen ambos y, por si fuera poco, en Bélgica tenemos también a San Nicolás. Sin olvidar que los más laicos regalan (también) en añoviejo.

Así que no es difícil que en ese batiburrillo de fechas, familiares y amigos íntimos, la profusión de regalos devalúe la calidad y sobre todo el gusto, para regocijo de las páginas de internet especializadas en subastas, dónde parece que acaba recalando un porcentaje importante de los que se hacen en estas fechas.

La solución a tanta confusión viene de la práctica, habitual desde hace algún tiempo en familias grandes, empresas o grupos de amigos, del llamado amigo invisible, práctica por la que uno se ahorra el recibir (y dar) una importante cantidad de objetos inservibles y se concentra en obsequiar a una persona, escogida al azar y que, en teoría, no sabe de donde proviene el regalo.

Ser amigo invisible no es tarea fácil: si el elegido/a es persona a la que aprecias especialmente, tienes que esforzarte en encontrar algo chic y distinguido sin sobrepasar el límite de lo que sería presuntuoso y ofensivo para con los que se atienen al gasto preestablecido. Por el contrario, si te cae en suerte (es un decir) alguien que te cae francamente mal, es importante no dejarlo traslucir con regalos que nosotros mismos tiraríamos a la basura. También hay que resistir, por las consecuencias domésticas y/o laborales que la cosa podría tener, la tentación de regalar una fusta al jefe de personal, la edición facsímil del “Cours nouveau” de Trotsky al cuñado facha o un picardías a la chica de contabilidad (Si, la de los vaqueros ajustados)

Porque al final todo se sabe. Yo pienso que en esto del amigo invisible el anonimato debería ser esencial porque la economía del sistema consiste no en una suma de regalos individuales sino en regalos que todos hacen a todos. También por la pequeña magia del misterio. Pero entre los bocazas que empiezan a cantar apenas se abre su paquete y los sabuesos que no sueltan la presa hasta que han dado con el hueso aunque no sea más que por exclusión, es imposible quedarse agazapado.

Parece que los niños que fuimos hemos olvidado la lección de que cuando descubrimos quienes son de verdad los reyes, entonces empiezan a traernos calcetines y calzoncillos, que diría Forges.

Feliz año a tod@s.

Sábado 08 de Diciembre de 2012 20:34

CAVA

por Juan Pedro Escanilla

Nihil novum sub sole. Hace ya unos años, por motivos que seguramente he olvidado, se desató una campaña de boicot contra los productos catalanes similar a la que algunos están promoviendo ahora, sin que les haya calmado el relativo meneo que las urnas le han metido a Artur Mas. Cómo es difícil determinar, en el entramado de participaciones cruzadas, lugares de producción, sedes y otras cosas, que productos son totalmente catalanes y cuáles no, parece que solo se está seguro de acertar si se va a tiro hecho contra algún producto emblemáticamente catalán. Descartado el paño de Tarrasa, un poco de capa caída (no es un juego de palabras) y difícil de reconocer para un profano, no queda más chivo expiatorio que el cava.

Así que aquellas navidades, alguien de cuyo nombre prefiero no acordarme, aprovechándose de que le tocó organizarla, propuso que siguiéramos el boicot en nuestra cena familiar (más de cuarenta personas) de nochevieja. Curándome en salud, me hice por mi cuenta con unas botellas de cava para los más allegados y creo que acerté porque cómo el sujeto no tenía los medios de sus ambiciones, el resultado fue un champán comprado a precio de cava y, dada la superioridad del cava en la relación calidad precio, el brebaje que nos propuso era simple y llanamente imbebible. Ni que decir tiene que mi parte de la mesa fue la más visitada aquella noche dándome ese momento de gloria a que cada uno tenemos derecho.

El cava es una obra maestra. No hablo solo de las burbujas, que es algo obvio. Es también la demostración de cómo un sector, que vivía anquilosado a la sombra de la etiqueta "champagne" supo reaccionar al monopolio legal que impuso la denominación de origen y, en pocos años hacerse, a base de trabajo y calidad, un nombre propio con el que hoy es reconocido en todo el mundo. Y la mayor parte de ese mundo lo considera un producto típico español como el turrón, la paella de arroz o el jamón de pata negra. Hay muchas regiones en España que producen cava pero el cava catalán lleva la delantera, tanto en cantidad como en calidad como en reconocimiento del mercado.

No sé qué nobles propósitos puedan mover a los fanáticos del boicot que les lleven a preferir un mal vino antes que comprar un producto catalán. También supongo que ignoran que en el complejo entramado social y económico que es España, hay capitales no catalanes invertidos en un sector que, por otra parte, compra corcho cristal y maquinarias a otras regiones. Qué más da. Lo importante es hacer el bocazas en alguna tertulia, sea virtual o de café.

No creo que con esa actitud vayan a conseguir un acercamiento ni la simpatía de nadie. Antes bien, la ruptura metódica de los lazos económicos y sociales conseguirá únicamente radicalizar a unos y a otros y romper las muchas simpatías que, a pesar de todo existen entre catalanes y el resto de los españoles. Aunque quizás sea eso lo que pretendan, de forma que el adjetivo separatista o secesionista debería aplicarse también a ellos y, si en algún momento esto fuera un delito, que espero que no, ya saben los guripas a los primeros que tienen que llevarse a comisaría.

Yo, por mi parte, por si las moscas, y a pesar de que el sujeto de que hablaba despareció de la familia sin pena ni gloria, he vuelto a hacerme con mi reserva de cava que espero consumir durante estas fiestas. A menos que alguien se me presente con un par de botellas de, pongamos, un Dom Perignon de 2004 o, más modestamente un Cuvée Rosée brut de Laurent Perrier, en cuyo caso estoy dispuesto a beberme mis principios. Lo digo por dar ideas.

Jueves 29 de Noviembre de 2012 22:41

EL PERDON

por Juan Pedro Escanilla

Parece que está de moda pedir perdón. En un arrebato de sentimiento de culpabilidad, el anterior Papa pidió perdón a un montón de gente, incluido Giordano Bruno a quien, cuatrocientos años después de haber sido quemado, la cosa habrá dejado bastante frio. No deja de sorprenderme la cantidad de gente que, creyéndose la encarnación de cualquier institución, se cree obligada a pedir perdón por cosas que ellos no hicieron y que pasaron hace tiempo. Sobre todo porque esas mismas personas no se avergüenzan lo más mínimo de hacer ahora otras también reprobables y no se les ocurre pedir perdón cuando interesa. Por ejemplo, pedir perdón por no dejar usar preservativos para prevenir el SIDA.

Sea como sea, parece que lo de pedir perdón tiene buena prensa: Uno demuestra que es humilde, que sabe reconocer sus errores, etc. Etc. Vamos, que va uno de buen rollito. En ese ambiente, la iniciativa de unos cuantos militantes del PSOE pidiendo perdón a los españoles por las equivocaciones del gobierno Zapatero tiene un a priori positivo que se gana las simpatías de propios y extraños. Sin embargo, no sé, hay algo que chirria un poco. Como un exceso de moralina.

Vamos a ver. La política tiene sus reglas: Un gobierno hace las cosas como le parece bien, en el contexto de su mandato y adaptándose a las circunstancias. Se puede equivocar, puede no saber adaptarse bien y puede incluso que haga cosas distintas a las que prometió. Para resolver eso hay mecanismos políticos y legales y en última instancia, las elecciones. El caso de Zapatero es de libro: No supo gestionar la crisis, ni siquiera prever su magnitud; Dio las respuestas equivocadas y el PSOE fue castigado en las elecciones siguientes (y las siguientes y las siguientes and so on). Pero no estamos ante comportamientos criminales o pecaminosos que merezcan un reproche moral, que es el ámbito en el que se plantea el perdón. Lo que tiene que hacer un partido en ese caso es recapacitar sobre lo que se ha hecho mal, revisar su proyecto y captar el sentir de la sociedad para sintonizar con sus necesidades y sus objetivos. Dar un mensaje creíble que permita hacer pensar a la gente que votándolos las cosas irán mejor. Lo que se llamaba autocritica. Mientras eso no se haga, ya se puede pedir perdón todas las veces que se quiera que aunque el mismísimo Rubalcaba se vista de nazareno, se seguirán perdiendo elecciones.

Por otra parte, en el follón en que estamos metidos, me parece bastante claro que las responsabilidades no recaen únicamente del lado del Gobierno Zapatero, que las tiene. Una declaración de este tipo, por amable que pueda parecer, corre el riesgo de exculpar no solo a los que, con ánimo de lucro, tuvieron actuaciones rayanas en lo delictivo y en todo caso muy reprobables moralmente, sino también a los que escudados en las “culpas” del gobierno anterior están desmontando sin que les tiemble la mano todos los derechos adquiridos durante generaciones: Para que culpar a nadie más si ya tenemos a quien carga con la cruz.

Y en todo caso, si una declaración de ese tipo debiera ser hecha, es algo de tanto calado que su contenido y calendario deberían ser cuidadosamente estudiados por los que están democráticamente habilitados para hacerlo, el secretario general y al ejecutiva federal, y no por espontáneos aunque vayan de buena fe.

No creo que estos militantes que se dedican a pedir perdón por cosas que ellos directamente no han hecho, ignoren lo que acabo de decir así que, salvando siempre la buena fe, pienso que hay otros efectos posibles de la maniobra:

Una mujer entra en un vagón de metro. Todos los asientos están ocupados y, al principio nadie se mueve hasta que un señor mayor le cede su sitio. Al hacerlo está siendo cortés y cívico, pero al mismo tiempo está reprochando en silencio su comportamiento al chaval joven de al lado que todos los viajeros piensan ahora que debería ser el primero en haberse ofrecido.

El hecho de que un puñado de afiliados, que no son quien para hablar en nombre del PSOE, y que ellos mismos no están implicados en el gobierno anterior (al menos los que dan la cara) no puede sino interpretarse como una manera de poner en dificultades a órganos democráticamente elegidos, aprovechando la mayoría ajustada con que se saldó el último congreso. Se quiera o no, se señala con el dedo y se crea una amalgama fácil en las conciencias: es normal que pierdan las elecciones porque son tan soberbios que no se dignan pedir perdón. Mientras esos estén ahí, no se podrá hacer borrón y cuenta nueva.

Por desgracia las cosas no son tan simples: Ni los que puedan sacar partido de esta operación están libres de responsabilidad, ni es tan obvio que el borrón y cuenta nueva vaya en el sentido que se puede pretender a simple vista. Y la prueba a contrario es que hemos visto triunfar en elecciones a personas imputadas y sospechosas a las que nunca se les ha pasado por la cabeza ni siquiera explicarse, no ya pedir disculpas. La política es así y tal vez haríamos mejor en preguntarnos qué hacemos con un sistema electoral que permite que esto pase, antes que andarnos con moralinas.

Así que, majetes, no os preocupéis, que yo os perdono. Y ahora a trabajar que, como dicen que dijo D’Ors, los experimentos se hacen con gaseosa.

Viernes 23 de Noviembre de 2012 08:50

LA MULA Y EL BUEY

por Juan Pedro Escanilla

Guardo con mucho cariño un viejo belén que heredé de mi abuela. De estos de figuras grandes, de escayola, realistas (no como las de ahora, que se han convertido en muñecos) y con los desconchones que el paso del tiempo y las sucesivas mudanzas han provocado.

Este belén marcó el ritmo de las navidades de mi infancia, que empezaban el día en que se iba a la plaza mayor a comprar algo de corcho, musgo y polvo de nieve, ofrecían a diario el avance sorprendente de los reyes magos que se iban acercando poco a poco hasta llegar al pesebre el seis de enero, y terminaban con la no menos emocionante ceremonia de envolver cuidadosamente cada una de las figuras.

Temo que en ese escondite de paja y cartón deben estar removiéndose con inquietud la mula y el buey. Y no es para menos. En este ERE teológico que se ha sacado de la manga el Vaticano, ha pasado lo mismo que en tantos otros en la vida real y han sido los más humildes los que se han quedado sin empleo. ¿Por qué no se han atrevido con los reyes? ¿Qué pensaran los corderos, pastorcillos y hasta los soldaditos de Herodes? ¿Serán ellos los próximos?

No sé si se dan cuenta de lo que hacen: Cientos de miles de animalitos que han pasado tantos años posando mansamente para componer el cuadro, se encuentran ahora como soldados desmovilizados, sin saber que hacer de sus vidas. Los de PLAYMOBIL y LEGO supongo que podrán reciclarse en las composiciones rurales que estas jugueteras ofrecen. En algunos casos, las figuras de más valor serán guardadas por sus dueños, incluso algunas llegarán a mercancía de anticuario. En otros, puede que se conviertan en un símbolo de rebeldía de alguna cuasi secta: ¿quién es Roma para decirme lo que yo pongo en el belén? dirán algunos. Pero para la mayor parte de los pobres animalitos, sobre todo los más modernos de goma o plástico, el destino más obvio es la basura y la planta de reciclaje.

No debemos minimizar el impacto del asunto sobre la paz social. Ya en las familias habrá bronca segura entre el abuelo, probablemente de origen campesino, movido por el sentimentalismo, y el yerno, minimalista malgré lui a causa de la estrechez de los pisos modernos. La Iglesia entera corre el riesgo de un nuevo cisma (los ha habido por causas más nimias): Me imagino a los animalistas celebrando clandestinamente cantadas de villancicos censurados; Pasándose sus pequeñas figuras con gestos disimulados y nerviosos mientras escrutan la presencia de posibles espías; Escondiendo sus creencias hasta a sus amigos más íntimos: ¡Pero Paco! ¿has puesto los bichos? ¡A ver si se va a enterar la Santa y te metes en un lio! Hasta los automovilistas de Gerona tendrán que arrancar de sus coches la pegatina del asno para evitar confusiones embarazosas. El único atisbo de esperanza es que quizás los obispos vascos, maestros de la equidistancia, arreglen el asunto poniendo solo al buey y desterrando a la mula.

¿Y los quebraderos de cabeza administrativos? Ya veo al funcionario encargado del belén del ayuntamiento requiriendo a su jefe de negociado: “Se solicita de V.I. resolución relativa al destino que deba a darse a los excedentes de inventario producidos por la descatalogación de las mulas y bueyes titulares y suplentes … etc.” Y al jefe de negociado, abrumado por el contenido político del problema, pasarle la patata caliente al concejal de abastos (si hay bueyes por medio debe de ser él el competente). Después de todo, dirá, para eso lo han elegido. Y pensará melancólico: "En la privada si que lo tienen fácil, ya que gastan de lo suyo y con los muñecos de Cortylandia los chavales se lo pasan pipa a hombros de sus padres, pero en lo público..." Claro, que a lo mejor es la excusa perfecta para recortar el gasto del belén.

Me contaba mi abuela que el buey había calentado al niño Jesús con su aliento, cosa a la que se había negado la mula siendo castigada por ello a la esterilidad. Así que la pareja de animales no son simples elementos de adorno sino que encarnan la presencia constante del bien y del mal que volveremos a ver al final de la vida del Cristo con la presencia de los dos ladrones, el bueno y el malo, de forma que principio y final se vuelven a encontrar, como un guiño de la historia sagrada a tanto filósofo, teólogo y escritor de ciencia ficción encandilado con el mito del eterno retorno.

¿Es que Ratzinger no tiene otra cosa más importante que hacer?

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