La foto dio la vuelta al mundo: Ortega Lara salía del zulo en el que había permanecido secuestrado por ETA durante año y medio con varios kilos menos, barbas de talib y unas gafas más grandes que su cara.
El otro cambio era más sutil, apenas perceptible: Los etarras habían secuestrado a un “pringao”, un funcionario de prisiones sin historia y tirando a gordito, pero en los cuatro metros de su celda había hecho un viaje iniciático del que volvía con el olor de los mártires y los héroes. Ese carisma le permitió convertirse en un icono para las victimas del terrorismo etarra, para la derecha y, en particular, para la derecha más reacia a negociar con ETA.
La relación del PP con las victimas de ETA ha pasado por altos y bajos: Utilizadas sin escrúpulo como ariete contra los gobiernos socialistas,blandos con el terrorismo, eran mas difíciles de manejar cuando el pragmatismo de la función del gobierno imponía al PP un enfoque más allá del meramente policial. Además, la infiltración es mutua, de manera que los desencuentros de unos y otros se traducían necesariamente en conflictos internos más o menos sordos. El propio Ortega Lara, con sus idas y venidas era un ejemplo de ese malestar.
Así que no es de extrañar que en esta atmosfera de fin de régimen en la que unos y otros tratan de posicionarse, se augura el fin del bipartidismo y florecen en todos los campos ideológicos toda clase de aventuras políticas, un sector de ese entramado, con Ortega Lara al frente, haya decidido dar el paso y formar su propio partido político: VOX.
Hasta ahora, una de las peculiaridades del sistema español, a diferencia de otros países europeos, era la inexistencia de un partido (no me refiero a grupúsculos) de extrema derecha. En realidad, ésta estaba incrustada en el PP conviviendo con liberales, conservadores moderados e incluso centristas. Algo que daba una ventaja electoral de salida al PP frente a una izquierda dividida y con unas reglas electorales que perjudican a las minorías.
Que la creación de este partido va contra los intereses de la derecha en su conjunto me parece claro. Sin embargo, lo que más me sorprende no es que el PP sufra una escisión (habrá que ver su alcance) sino por donde ha venido: Creo que es fácil estar de acuerdo en que los dos años de gobierno del PP se han distinguido por un enfoque conservador muy claro que raya la extrema derecha en asuntos como la enseñanza, las libertades públicas o el aborto. De manera que un observador atento se hubiera esperado una escisión mas bien por el lado del centro.
Esto significa que la formación de VOX no se debe a problemas de ideología religiosa, ni al miedo a la pérdida del poder económico de la derecha. Su monotonía es ETA y, por extensión, el país Vasco y Cataluña. A estas alturas de la película, una buena parte de la derecha española, no es que no sepa cómo reaccionar a los problemas territoriales, es que ni siquiera ha asimilado el Estado de las Autonomías.
Es fácil decirse que las elecciones pondrán a cada uno en su sitio. Que otros, de todos los colores, lo han intentado y el férreo sistema electoral les ha negado el pan y la sal. El problema es que las próximas elecciones son las europeas, las mas proporcionales de todas las españolas debido a la circunscripción única. He leído que un sondeo les da unos cuatrocientos mil votos y es probable que la espantá de Mayor Oreja, quien no hace falta que vaya en su lista, le basta con no ir en las del PP, les ceda unos cuantos más.
Así que no será difícil ver a Ortega Lara paseando su aura de Quijote por los pasillos del parlamento europeo.
Lo que me pregunto es ¿de que cuernos va a hablar allí durante cinco años? Porque el programa de VOX cabe en una hoja.